Cuando en 1966, el poeta hondureño, Pompeyo del Valle regresaba de su exilio europeo - Moscú, Suiza y París- recaló en México y se hospedó en el atelier del gran muralista hondureño, Alvaro Canales, residente en la Ciudad de los Palacios por ese entonces. Este, ni corto ni perezoso, le espetó lo siguiente: " Desde hace tiempo he querido hecerte un reterato y creo que hoy en un buen momento. Mientras la mano izquierda sujeteba el ancho bloc de cartulinas, la mano derecha se movía agilmente como una araña inspirada en su red. De repente , Alvaro arrancó la hoja del cuaderno y me la tendió. Bueno, dijo, aquí está. Y si, allí estaba mi rostro juvenil congelado en el tiempo"
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