martes, 1 de mayo de 2012

LOS DIEZ MEJORES LIBROS DE POESIA HONDUREÑOS DEL SIGLO XX





Jaime Fontana (1922-972) no perteneció a ninguna gneración de escritores. Suya es una posición intermedia entre los escritores de la Generación del 35 y los del 50. Su aporte a la poética hondureña es vital y renovador. Es la gran llama que ilumina a los futuros escritores de la Generación del 50. Parte de los poemas de su único libro "COLOR BNAVAL" (Argentina, 1951) los había escrito siendo un estudiante de la Facultad de Derecho en la Universidad Central de Tegucigalpa y con los cuales ganó un premio en 1947.
 El novelista nacional Julio Escoto, afirma que “Fontana era un poseso de la literatura, de la poesía. Sorprendentemente, cuando se creía que los músculos de su creación estaban laxos, al final de la vida, despertó con una poesía nueva, vigorosa, la de sus postreras escrituras, en las que el amor de la vida y a la vida resucitaron como Cristo después de la expoliación y en sacrificio aquel ser carismático y otorgado, demostró que si bien se desmoronaba por fuera, por dentro conservaba los instrumentos de la arquitectura estética, con los que iniciaba, al borde de la muerte, la construcción de un libro audaz y contemporáneo, llenos de sensualidad y luz”.

ESTE VOLVER A HONDURAS


Parece que no habrá nada más tierno que este volver a Honduras:
llegar con el amor iluminado por años y distancias,
decir esta es la sierra, este es el aire y este el río del cuento,
recuperar las voces salpicadas de burlas familiares,
reasumir la niñez en el dormido sabor de esta naranja
y en este olor —que es casi de muchacha— de savia y de panales
que sólo dan los árboles autores de nuestro propio canto.

Porque volver a Honduras es ir de madrugada a loa maizales
para espantar los pájaros bisnietos de aquellos que espantamos,
vivir en un mugido, en un relincho, que vienen de la noche,
los sueños, alegrías y peligros de los antiguos campos.

Parece que tendrá mucho de triste nuestro volver a Honduras:
hallar que el calendario no era broma leyendo algunos rostros,
saber que algo no vuelve en estas naves aunque el viajero vuelva
y besar en la frente lo que un día besamos en la boca.
Parece que también será de lágrima este volver a Honduras:
preguntar por hermanos, por amigos que no nos esperaron,
y el horror de buscar una tarde de cal y de cipreses
unos nombres: Julián o Federico, Carlos, Daniel o Marcos.

Parece que será feliz y trémulo nuestro volver a Honduras:
vagar por los caminos que asolearon el verso de la infancia,
llevar hasta una loma coronada de flores amarillas,
de la mano, a los hijos que fundamos sobre lejanas playas
—más allá de las nieves absolutas, de selvas y mares—
Y decirles al fin: esta es la cuna y este el peñón exacto,
esta es la tierra nuestra, la amorosa, la que espera a sus niños,
aquí esparcen su calcio generoso los huesos de mis padres
y el calcio va a la hierba y hace al pino más jubiloso y alto:
así trabajan todavía quienes nos prestaron la sangre.

Todo será feliz y doloroso, será trémulo y tierno
porque volver a Honduras… me parece que es retomar el canto.

COLOR NAVAL

Piloteando su sueño entre la aurora,
Llegó hasta mí con intención naval
[Lactó en la nube, se educó en el viento]
y fue inmigrante de mi soledad.

Oriunda de la ausencia, precedida
por la fluvial prestancia de su voz,
Se detuvo en la arena de mi espera
y me estrechó la mano y la canción.

Antes, sin que llegara, supe de ella
como supe del aire y de la sal:
¡Ya conspiraba, suelta entre mis venas,
su presencia de alondra intemporal!

Tutora de luciérnagas y frutos,
aroma y trino en actitud visual,
tertulia de metales en la risa
y la mirada de color naval.

Y sus labios hurtando a la palabra
algún raro sabor sin estrenar
y ese sabor inédito en su canto
y el canto en plena posición solar.

Ella es así. Y anarquizó mis venas
para imponer y vertebrar mi afán.
¡Tiene el deber agrario de las lluvias:
Las lluvias alimentan y se van!

Fundando golondrinas en mí sueño,
inaugurando nervios en mi voz,
estuvo en mí, fugaz. Entre la noche,
piloteando su sueño se alejó.

¡Nadie ose atarla! Emigra hacia la ausencia.
Siempre nuevas ausencias la urgirán:
¡Ya está en el patrimonio de los vientos
Su incorregible vocación naval!

CANCIÓN MARINA EN EL PINAR

Te conocí en el vértice nervioso de una ola,
en la frontera móvil entre el ave y la sal,
entre el astro y el pez. Estabas sola,
centrando la ondulante soledad.
Estabas a media agua, a medio día,
a media nube, a medio caracol.
Abril andaba por la sangre. Ardía
a media primavera el corazón.
¡Qué ruda tiranía
ejercitaba el sol sobre la arena,
sobre tu piel y sobre mi ansiedad!
Contra los bravos músculos de día
—por saborear tu pubertad morena—
luchaban los instintos famélicos del mar.
Tus senos, a media alga, a media brisa,
eran proas gemelas a medio navegar;
al aire: eran tus muslos mordidos por la sal.
Como nacen las olas, como los vendavales,
Entre las olas estalló el amor.
¡Urgencias del paisaje marino! Los rivales
éramos tres: el mar, el sol y yo.
Después…hacia la tarde y hacia los cocoteros
y hacia tus labios llenos de arena y de sabor…
¡Ah, las caricias anchas y densas como esteros
Y la sangre en función de mar y sol!
¡Ah los besos salobres, los besos minerales,
Y el amor con urgentes costumbres de alcatraz!
¡Ah, el amor que se tuesta sobre los litorales
Y los besos piratas, sabrosos como el mal!
Nuestro amor es marino, y hoy viene hasta la tierra,
hasta la arisca entraña del pinar;
hoy me hallas en la giba vegetal de mi sierra
(¡Qué lejos de aquel sol y de aquel mar!)
Y los labios se buscan… Mas… espera… ¡Tu risa
ya no es como el oleaje ni como el vendaval,
ya no sabe enredarse como alga tu caricia,
ya tus besos perdieron su sabor mineral!
Aquí el amor es arroyuelo y trino,
y clorofila y miel,
y trepa a los peñascos como el pino
y tiene olor a fruto montañés.
Aquí el amor se nutre de gredas y resinas
Y es hermano del lirio y del panal.
Los besos son como esas abejas inquilinas
de los robles eternos. Como orquídea y Zorzal…
Pero…ése es otro amor. El tuyo es extranjero
en la sierra. No vive sin ola y caracol,
sin sus besos salobres, sus besos marineros,
sin la sangre en función de mar y sol.
Este sol es muy frío
Para un amor que tiene costumbres de alcatraz.
¡El amor es tuyo y mío
No puede aclimatarse en el pinar!
Te digo adiós. No vive néctar y resinas
el amor que es oriundo del alga y de la sal.
¡Cómo quieres que viva si las aves marinas
caen muertas el día que se alejan del mar!






No hay comentarios:

Publicar un comentario