El celebrante
abre la puerta de tu casa
con su llave de anillos.
Enciende luces y pequeñas lámparas
y respira agitado.
Ha de comenzar la búsqueda
de tu cuerpo
antes de que el zarpazo del día hiera su rostro.
En el laberinto de la cama
yaces dormida.
II
El celebrante
no tiene nombre.
Nadie ha visto jamás su rostro
ni sus señales.
Sólo deja un frondoso olor
en los rincones donde pasa.
Tú lo presientes
y lo esperas.
III
Pasará de largo
el cartero nocturno.
No dejará sus cartas
como de costumbre
en tu puerta amurallada de espejos.
También pasará de largo
el tren carguero y su lamento.
Todos pasarán de largo
esta noche
en el que el celebrante
busca tu cuerpo.
IV
En la sala las lámparas duermen
mientras el celebrante desata su memoria.
Acaso recuerde un pecho de mujer
que respira bajo el llanto
o el sueño de la sangre
desbordado en naufragio.
Acaso recuerde otras cosas
otros seres,
pero avanza, a tientas,
como un ojo de luz que no despierta
V
El celebrante
se silencia
y detiene su paso.
Calcula, afiebrado,
los rumbos de tu cuerpo.
VI
En tu casa
los espejos son de niebla.
Nada transparentan
que no sean sus propias sombras.
Sin embargo,
en su ojo de vidrio
quedará grabada
la imagen del celebrante
que sigue, a tientas,
su búsqueda insaciable.
VII
Has creído escuchar un jadeo
próximo a tu cama;
no un jadeo
sino unos pasos;
no unos pasos
sino una sombra.
Tus ojos se abren y se cierran
como dos girasoles lentos
Sin embargo,
la espera continúa.
No ha de rendirse todavía,
tu corazón dilatado
VIII
¿Qué estará pasando?
se preguntan los vecinos.
La casa está apagada
y el silencio invade los rincones
Mientras tanto, adentro,
el sonido es un mar revuelto
sobre los cuerpos.
Tus poemas siempre alborotan la imaginación y la creatividad. Estos me gustan por el amor vivo y el vivo amor.
ResponderEliminarFraternalmente
Melvin Martínez