jueves, 14 de junio de 2012

CON BOBBY FISHER A LA HORA DEL TE (historieta post-mortem)





             I
Confieso que mi padre era alemán.
Hombre grande de manos grandes.
En vapor cruzó los siete mares
para llegar  aquí
huyendo de una guerra sin nombre.
En el 45,
se nos fue para siempre.
Lo perdimos,
no lo volvimos a ver.
Mi hermana dice
que era un hombre grande
de hombros grandes.
Mi madre no pronuncia su nombre.
Guarda silencio.
En la litera donde duermo
deja su llanto negro cuando pasa.

II
En Brooklyn
no hay tren carguero,
Solo barcos y barcazas,
aves y salmueras.
En Brooklyn
no hay tranvías,
solo cargadores
y máquinas tragamonedas.
En Brooklyn
nadie juega ajedrez,
nadie toca un tambor
ni una guitarra triste.
En Brooklyn
todo rey es destronado
y vencido hasta la muerte.

III
Dicen que fui más inteligente que Albert Einstein.
Eso dicen
y me alegro.
Incluso, agrego yo,
fui más milagroso.
Pero es que Einstein
no levantaba pesas,
solo tocaba el violín por las tardes
y bebía mucha cerveza,
mucha cerveza alemana.
Yo ejercité el cerebro
abriéndolo y cerrándolo como un émbolo,
inflándolo como  un globo,
derramándolo como un hongo
mortífero y brillante
en un valle sin sombras.

Yo fui más inteligente que Einstein,
Es bueno saberlo
a estas alturas de la muerte.

IV
A los rusos les gusta el ajedrez,
tanto como el caviar
o sus heladas estepas.
A mí me gusta ganarles.
Es como comerles su caviar
en su propio plato;
como hacerles un muñeco de nieve en su propia dacha.

V
Tigran Petrosyan
no era muy alto,
parecía cincuentón
y comía papas sin pelarlas.
Bostezaba cada cinco minutos
y no jugaba bien sus reinas y alfiles.
Cuando lo vencí,
me dio un golpecito en la espalda,
me torció un ojo
y me dijo adiós
desde un pañuelo sin lágrimas.

VI

Quiero conocer Islandia
antes del final.
Quiero azotar una ballena de sal
antes del final.
Quiero disfrutar
del sol de medianoche
antes del final.
de la aurora boreal,
de sus influjos.
Quiero vivir en un iglú,
en una botella enamorada,
antes del final.


Quiero no amar a nadie
antes del final.



VII
Abro
y leo las últimas noticias:
Nixon asistirá a una reunión de la OTAN;
Brezhnev  firma un tratado antimisiles;
En Vietnam
flotan los cadáveres y se enciende el napalm;
En China
la Gran Muralla es bombardeada.
Mientras tanto,
a miles de kilómetros
yo me despellejo
jugando ajedrez.


VIII
Una mujer
se levanta
y lanza un vaso de agua
contra  mi rostro.
Los fanáticos invaden el ruedo
y juran exterminarme.
Un pájaro negro
pasa y se lleva mi sombrero rojo.

Las cosas que uno sueña,
los domingos
cuando no juega.

IX
La siguiente jugada
la pasaré a la Antártida,
lejos de esta gente vidriosa.
            Allí el frío es tibio,
            y la nieve  magnífica.
Allí el único público
serán los pingüinos,
las focas
y los tozudos leones marinos.


X
Afuera dicen que es agosto,
pero en Islandia
no hay estaciones,
solo la nieve y su blanca dulzura.
Estoy en el hotel.
Hace diez minutos recibí una llamada.
Spassky se ha ido.
Abandonó la partida
como un toro herido.
Me declararon Campeón Mundial,
pero arruinaron mi siesta,
mis sueños con los aros de Saturno.

XI
Si Bolaño estuviera vivo
escribiría lo siguiente:
“Soñé que Bobby Fisher me daba la mano
y yo se la basaba
como si fuera un Papa benévolo”.

XII
Regalé mi dinero,
mis carteras
y mi único traje limpio
a los famélicos del Bronx.
Me quedé otra vez  sin nada,
esperando tal vez,
el próximo Campeonato Mundial.

XIII
De Anatoly Karpov
no puedo hablar mucho.
No lo conocí.
Yo tenía 33 ó 34
y ya no me interesaba el ajedrez.
Quería ser otro:
cazar mariposa y reptiles,
mudarme a una bañera
y comer dátiles importados.
Quería vivir en el Bósforo
y nadar desnudo en los témpanos del Polo.
Quería huir de los gendarmes,
de los zares,
de los abedules taciturnos.
Quería encerrarme en las trastiendas
y entrar desnudo
 en los espejos del silencio.
Quería un gran tumulto
sobre mi sombra;
una espada de fuego
quemando mi piel,
mi enlutada sonrisa de campeón.



XIV
El FBI
me sigue la pista.
Soy de los más buscados
dicen ellos
sin  haber matado a nadie,
sin haber robado a nadie,
sin haber herido a nadie (salvo los soviéticos).
Me siguen la pista desde Alaska
hasta Arizona,
desde Marte hasta Plutón.
¿ Dónde esconderme ahora con esta barba de hormigón;
con estos ojos ciegos,
con esta bandera negra
de mi victoria ?
           
            XV

En el Museo Mundial del Ajedrez
mi cabeza
será colocada en una bandeja de plata.
Curioso
miraré los arcos de la noche,
las tardes tránsfugas de Amderstam.
Debajo de mí
las funerales cabezas
de Spassky y de Karpov,
mis perseguidos.
y más abajo
la de Nixon,
la de Kissinger,
la de Mikoyan,
los bolcheviques y los nazis.

Señoriales cabezas
para oler,
para tocar,
para escupir.

            XVI
En el 72,
Salí en LIFE.
Portada cimera,
 full color
Y toda la fama del mundo.
 Entonces era joven,
entonces podía nadar
y jugar diez horas seguidas.
Entonces
la Guerra Fría, los espías
y los  aviones U-2,
nos lamían el cerebro.
Ahora,
todo eso se fue al olvido.
Hoy nadie me toma fotos,
ni aparezco en reportajes importantes.
Parece
que se han olvidado de mí
y de mi sombra.
Quieren que muera,
que no respire más
la gloria de los días que me faltan.




            XVII  

                                         
 Con los barbados  hippies de Reikiavik
 me emborrachaba
 cada vez que podía.
Tirados en el pasto
mirábamos, insomnes,
 la muerte lenta de las estrellas estivales.
Por mucho tiempo
formé parte de sus bandas,
de sus fumadas malditas.
todos los días,
entraban y salían  de mi casa;
venían a robarme los espejos,
mis arrugados trofeos de marfil.
Sus mujeres solían olerme,
para luego llorar
en las oscuras trastiendas del silencio.

XVIII
Siempre recordaré a los hippies de Reikiavik,
Sobre todo a Stella,
quien por las noches
y desnuda sobre mi pecho
solía cortarme a tajos
mi divina barba.

XIX

Desde mi natal Chicago
hasta Reikiavik,
hay miles y miles y miles
de kilómetros  vacíos.
No volveré al Brooklyn de mi infancia,
donde los muelles y las gaviotas
perforaron mi corazón.
Moriré aquí
en esta tierra extraña y sin nombre.
Seré una piedra negra
en el camino de los hombres sin sueños.
           
            XX

Odio la nieve,
pero amo Islandia.
Contradicciones de un hombre sin razón,
entrando a los 60.

XXI

Leído en un diario de Reikiavik:
“El mejor ajedrez del mundo
se juega sobre hielo”.

XXII
En la blanca pared del comedor,
al lado del retrato de mi madre,
está mi título de Campeón,
mi título de hombre solo y desterrado.

XXIII
Aquí en Islandia
no hay baños turcos.
Aquí la gente sale y se baña libremente
en las playas blancas y ruidosas.
Otros lo hacen en casa
metidos en bañeras
o en barcazas.
Yo me baño
en los geiseres
altos y radiantes que por aquí abundan.

Lo hago cada mañana,
cuando la nieve apenas se despierta.

XXIV
                                                                          En el 78, volví a jugar, esta vez
                                                                          contra la computadora MacHat VI
Los soviéticos
que me vieron por tv,
se durmieron con un deseo irrefrenable:
que la máquina me devorara
como un engendro.

XXV

¿ Qué hace mi título de Campeón
en el anticuario de la esquina?

XXVI

Un agudo dolor de pecho.
Un riñón del tamaño de un cráter.
Unos pies
hinchados y serenos.
Una mano parapléjica
y desnuda.
Un escozor al sur de las mejillas.
Una lluvia negra
mojando el corazón.

Ninguna enfermedad
más cruel que el ajedrez.

XXVII

Al geiser más grande de Islandia,
le han puesto mi nombre.
Modestia aparte,
me he negado:
Suficiente con ser un hombre solo y desterrado.
Suficiente honor
mi tumba helada en esta tierra.

XVIII

¿Mi último deseo?
Mi rostro en el Monte Rushmore.












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