PRIMERA PARTE
I
Los
Cadillac
están
enterrados hasta el ombligo.
Arte pop
o
sacrilegio.
De lo que
estoy seguro,
es que si
sus motores
arrancaran
de nuevo,
volarían en reversa
hacia el
cielo.
II
Cadillac
Ranch:
La Isla de
Pascua
en el
desierto.
III
El que está
parado allí,
junto al
Cadillac número 6,
soy yo.
Turista
miope
y sesentón.
IV
En la Ruta
66
no hay
Everest
ni
Kilimanjaros.
Solo
desierto plano
y
venturoso.
V
Venerable
camino:
a tu sombra
recorreré
tu memoria.
VI
La 66,
la gran
carretera blanca,
nunca
alcanzó el océano,
los
murallones de sal.
Por ello,
ni una gota de agua
en el
asfalto;
ninguna
brisa
golpeando
los parabrisas del olvido.
VII
A tu vera
crecieron
las marmotas,
los
auto-stop,
las
hamburgueserías,
las
gasolineras,
y las
atestadas carpas de los hippies.
VIII
A lo lejos
y bordeando
la curva del desaliento
está el cráter de
Arizona.
Ancho,
negro
y
escarpado.
Los
turistas se lanzan en él
como si
fuera el pozo
de los deseos
encantados.
IX
Hemos
dejado atrás
el granero
donde Arlo
Guthrie
compuso sus
canciones,
sus altas
canciones.
Al
atardecer,
la madera
quemada de
los sueños
se despertó
y nos dijo
adiós.
X
La gasolinera está pintada de nuevo.
el viejo
Harry
con las
manos tiznadas
y sus
herramientas de clavo en las bolsas,
reparte
cervezas
y cuenta
las viejas historias
que la
muerte supo contarle.
XI
En 1984
la Ruta fue
dada por muerta.
El asfalto
entonces
fue
demolido,
convertido
en piedra
y luego en
polvo,
en finísimo
polvo sin memoria.
XII
Están
vendiendo en internet
recuerdos
de la Ruta.
por pocos
dólares
puedes obtener
un mechón
de Jimmy Hendrix,
una bandera
sureña
o los
manuscritos inconclusos de Steinbeck.
Por pocos
dólares,
puedes
obtener la Ruta entera.
SEGUNDA PARTE
I
A mí me
hubiera gustado haber manejado uno de esos Cadillac.
El blanco,
por ejemplo.
Gregory
Corso tenía uno.
“Fantasma”
se llamaba.
En él
escribía versos y hacía cabalgatas
al sur de las
praderas.
Qué lástima
que tuvo que venderlo
unos meses
después
por culpa
de una borrachera en la frontera.
II
DRIVING MISS DAISY
La señora
Daisy tuvo uno del 55.
En él
viajaba
tarde y
noche
y cuentan
sus viejas amistades
que hasta
dormía en él.
Le gustaba
subir y bajar
las
empinadas
y bien
podadas colinas de su pueblo
y visitar
las tristes iglesias luteranas.
Lo vendió
en el 62 en una subasta
a favor de
los negros de Alabama.
III
El Pink
Cadillac de Clint Eastwood
corrió
millas y millas
hasta que quedó
derrumbado
en una acera de Hollywood,
con el
motor sangrante
y unas
bielas retorcidas en la memoria.
IV
No se puede
confundir un Cadillac
con un T.
Rex,
pero ambos
en su tiempo,
fueron
dueños y señores de sus mundos.
V
El sueño de mi padre fue tener uno.
Pero tuvo
que conformarse
con un
Chevrolet del 56
en el que
daba, siempre que podía,
la vuelta
al mundo en soledad.
VI
Elvis
Presley nunca tuvo un Cadillac.
Qué raro.
Pero tuvo
un Mustang, un Oldsmobile,
un Ford
celeste, un Serrano gris,
un Pontiac del 50, un La Salle
Benjamín,
un
Terranova y una guitarra cromada
en el
asiento de atrás,
pero nunca
tuvo un Cadillac.
Algo
verdaderamente malo
tuvo que haberle pasado a su memoria.
VII
James Dean
no murió en un Cadillac,
pero ese día,
en todas
las carreteras y autopistas del mundo,
apagaron
sus motores
y se negaron a rodar por un instante.
VIII
Las
funerarias de Alabama,
tenían unos
Cadillac largos y brillantes
donde
conducían a los negros
que se
morían de viejos o de tifus.
Después,
eran
lavados, aceitados,
y el perfume de los muertos
desaparecía para
siempre de sus loderas.
IX
En la Gran
Ruta Blanca,
había un
aparcadero,
tan grande
como el Kremlin.
Cuando por
fin cerró,
los
Cadillac que quedaron
fueron devorados
por el frío
y las ratas del
desierto
encontraron bellas
madrigueras.
X
En mi cama,
a unos
centímetros de mi soñadora cabeza,
se levanta
la gran puerta blanca
de un
Cadillac 56 en picada.
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