domingo, 30 de septiembre de 2012

CADILLAC RANCH





PRIMERA PARTE




I

Los Cadillac
están enterrados hasta el ombligo.

Arte pop
o sacrilegio.

De lo que estoy seguro,
es que si sus motores
arrancaran de nuevo,
volarían  en reversa
hacia el cielo.

II

Cadillac Ranch:
La Isla de Pascua
en el desierto.

III

El que está parado allí,
junto al Cadillac número 6,
soy yo.
Turista miope
y sesentón.

IV

En la Ruta 66
no hay Everest
ni Kilimanjaros.
Solo desierto plano
y venturoso.

V

Venerable camino:
a tu sombra
recorreré tu memoria.
           

VI

La 66,
la gran carretera blanca,
nunca alcanzó el océano,
los murallones de sal.
Por ello, ni una gota de agua
en el asfalto;
ninguna brisa
golpeando los parabrisas del olvido.


VII

A tu vera
crecieron las marmotas,
los auto-stop,
las hamburgueserías,
las gasolineras,
y las atestadas carpas de los hippies.



 VIII

A lo lejos
y bordeando la curva del desaliento
            está el cráter de Arizona.
Ancho, negro
y escarpado.
Los turistas se lanzan en él
como si fuera el pozo
de los deseos encantados.

IX

Hemos dejado atrás
el granero
donde Arlo Guthrie
compuso sus canciones,
sus altas canciones.
Al atardecer,
la madera
quemada de los sueños
se despertó
y nos dijo adiós.


 X
 La gasolinera está pintada de nuevo.
el viejo Harry
con las manos tiznadas
y sus herramientas de clavo en las bolsas,
reparte cervezas
y cuenta las viejas historias
que la muerte supo contarle.


XI

En 1984
la Ruta fue dada por muerta.
El asfalto entonces
fue demolido,
convertido en piedra
y luego en polvo,
en finísimo polvo sin  memoria.

XII

Están vendiendo en internet
recuerdos de la Ruta.
por pocos dólares
            puedes  obtener
un mechón de Jimmy Hendrix,
una bandera sureña
 o los  manuscritos inconclusos de Steinbeck.

Por pocos dólares,
puedes obtener la Ruta entera.






SEGUNDA PARTE


I

A mí me hubiera gustado haber manejado uno de esos Cadillac.
El blanco, por ejemplo.
Gregory Corso tenía uno.
“Fantasma” se llamaba.
En él escribía versos y hacía cabalgatas
al sur de las praderas.
Qué lástima que tuvo que venderlo
unos meses después
por culpa de una borrachera en la frontera.

II
DRIVING MISS DAISY

La señora Daisy tuvo uno del 55.
En él viajaba
tarde y noche
y cuentan sus viejas amistades
que hasta dormía en él.
Le gustaba subir y bajar
las empinadas
y bien podadas colinas de su pueblo
y visitar las tristes iglesias luteranas.
Lo vendió en el 62 en una subasta
a favor de los negros de Alabama.

III

El Pink Cadillac de Clint Eastwood
corrió millas y millas
hasta que quedó derrumbado
en una  acera de Hollywood,
con el motor sangrante
y unas bielas retorcidas en la memoria.

IV

No se puede confundir un Cadillac
con un T. Rex,
pero ambos en su tiempo,
fueron dueños y señores de sus mundos.


 V
El  sueño de mi padre fue tener uno.
Pero tuvo que conformarse
con un Chevrolet del 56
en el que daba, siempre que podía,
la vuelta al mundo en soledad.

VI

Elvis Presley nunca tuvo un Cadillac.
Qué raro.
Pero tuvo un Mustang, un Oldsmobile,
un Ford celeste, un Serrano gris,
            un Pontiac del 50, un La Salle Benjamín,
un Terranova y una guitarra cromada
en el asiento de atrás,
pero nunca tuvo un Cadillac.

Algo verdaderamente malo
 tuvo que haberle pasado a su memoria.

VII

James Dean no murió en un Cadillac,
pero ese día,
en todas las carreteras y autopistas del mundo,
apagaron sus motores
 y se negaron a rodar por un instante.

VIII

Las funerarias de Alabama,
tenían unos Cadillac largos y brillantes
donde conducían a los negros
que se morían de viejos o de tifus.
Después,
eran lavados, aceitados, 
 y el perfume de los muertos 
 desaparecía para siempre de sus loderas.


IX

En la Gran Ruta Blanca,
había un aparcadero,
tan grande como el Kremlin.
Cuando por fin cerró,
los Cadillac que quedaron
fueron devorados por el frío
            y las ratas del desierto
            encontraron bellas madrigueras.


X

En mi cama,
a unos centímetros de mi soñadora cabeza,
se levanta la gran puerta blanca
de un Cadillac 56  en picada.







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