Caricatura de Ramón Moncada, 1925 |
Nació este
bardo, en las cálidas tierras de Trujillo, departamento de Colón, el 3 de junio de 1896. Hijo natural de doña Guillermina Soto Providence. Fua bautizado en Trujillo, bajo e nombre de Martín Isaac Soto..Realizó sus primeros estudios en su ciudad natal, y muy joven, se trasladó a Tegucigalpa, donde cursó sus estudios secundarios y el
bachillerato. La cornucopia intelectual de la urbe, muy pronto tocaría al joven
Paz y sus poemas fueron apareciendo y fluyendo en periódicos y revistas de la época, como “ El Cronista”,
“Los Sucesos”, “Nosotros”, “Tegucigalpa” y “El Ateneo de Honduras” Eran
colaboraciones copiosas, con trabajos fechados desde 1918 a 1922. Pero Martín
Paz, no se mostró como un colaborador epistolar de dichas publicaciones, sino
que en dos de ellas, entró a formar parte del staff.
En 1919, funda
con su compañero de estudios en el Instituto Nacional, Arturo Mejía Nieto, la revista “Argos”, de corta duración. El 7 de agosto
de 1921, figura ya como jefe de redacción de la revista “Los Sucesos”, misma
que era dirigida por el poeta Adán Canales; al retiro de este, Paz pasa a
dirigir el semanario el 27 de noviembre de ese año. También formó parte del
consejo de redacción de “El Ateneo de Honduras”, cuando esta revista era
dirigida por Samuel Laínez. El nombre de Martín Paz aparece en el número 39 de
de la revista correspondiente al 1 de agosto de 1922. Alrededor de él, otros
nombres gloriosos: Luis Andrés Zúñiga, Matías Oviedo, Fernando García, Alonso
A. Brito y Augusto Monterroso Lobos, como director artístico.
Según Carlos
Arita Palomo, Martín Paz, se marcha para México en 1923, probablemente a
finales del mismo, pues todavía, en noviembre, continuaba en la plana de
redactores de “El Ateneo”. Probablemente, este viaje haya sido antes, apuntamos nosotros, pues su viaje a México para proseguir estudios de Derecho, se fragua con la estancia en Honduras del Embajador mexicano Juan de Dios Bojórquez. El permanece en nuestro país, de 1920 hasta junio de 1922, cuando es transferido a otro país.
Su estancia es
aprovechada en México para continuar estudios de Derecho, alcanzando la
licenciatura en la Universidad Autónoma de México, presentando la tesis “La
plaquette”. Los primeros poemas de Paz en México, aparecen el "El Crisol", órgano el Bloque de Obreros Intelectuales. También formó parte de diferentes agrupaciones literarias y artísticas, como la "Sociedad Manuel Acuña", del "Ateneo de Saltillo", a la "Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios", a la "Academia de Estudios Filosóficos" y a la "Casa del Artista", de la que fue co-fundador. Estando en la capital azteca, se encontró en 1931, con la poeta
hondureña, Clementina Suárez, quien hacía su primer viaje a esa urbe. Junto a
Clementina y los poetas mejicanos, Lamberto Alemán y Emilio Cisneros, deciden
publicar en conjunto, un pequeño librito de versos, al cual llamaron,
acertadamente, “Iniciales”.
En México, se desempeñaba como
maestro en el Conservatorio Nacional de Música, desde 1937. Paz, murió en México, el 17 de
noviembre de 1950. La muerte le sobrevino a causa de una bronconeumonía
fulminante,QUE LO TUVO EN CAMA, DESDE EL 28 DE OCTUBRE HASTA LA FECHA FATAL DEL DESENLACE, según aseveraciones de la dama azteca Ángela Lomana, con la cual, el poeta contraería
nupcias.
Nunca más volvió a su tierra natal ni a las costas trujillanas. El
misterio rodea sus libros. Para el caso, el diario capitalino “El Combate”
anuncia en su edición del 16 de diciembre de 1931, la aparición en México del
libro “Marinas". Por otro lado, en un
artículo publicado en la excelente revista “Correo Literario de Honduras”, que
dirigiera con aplomo y soltura, Carlos Manuel Arita Palomo en la década del 60,
se lee un comentario sobre “Costa Norte”, poemario adjudicado a Paz, de escaso
conocimiento entre nosotros.
ESTUDIO
Martín Paz, “el acuarelista del trópico”,
como osara llamarlo el poeta Carlos Manuel Arita Palomo, nació en Trujillo,
bello paraje costero al norte de Honduras, una soleada mañana del 3 de junio de
1901. Comenzaba a despegar el siglo con su carga de años y ansiedades.
Para 1913, Paz se había trasladado a
Tegucigalpa para comenzar estudios de bachillerato. Allí entró en contacto con
los intelectuales hondureños de entonces, aglutinados en el “Ateneo de
Honduras”, y pronto sus versos sencillos y musicales, llenos de remembranzas
marinas, derivadas de su natal Trujillo, se dejaron sentir en periódicos y
revistas de la época. En 1918, su nombre comienza a llamar la atención al publicar
“El Cronista” y “El Nuevo Tiempo” poemas suyos. De esa primera visión del
poeta, nos gustaría reproducir un poema, “Acorazado”, visto nos imaginamos en
una tarde de esplendor juvenil en su natal Trujillo y aparecido en las páginas
de el “Ateneo de Honduras” en 1920.
ACORAZADO
Viene
avanzando fatigado
con espectral
pereza
el formidable
acorazado
por sobre el
mar como una fortaleza.
Da tristeza,
mirar en la azulada
belleza de la
rada
un
mensajero de la muerte aviesa
igual que las
cabelleras
flotan al
viento sus banderas extranjeras.
Ha
vomitado
por sus bocas
de fuego una andanada
y en la tarde
rosada
me ha parecido
un gigante mareado
que se durmió
en la rada
el formidable
acorazado.
El mar y su belleza, las aves de afligido
vuelo, el oleaje y su arena turbia, y unos pies besados por la sal, son los
primeros soportes de la poesía marina de Martín Paz. En 1923, parte Paz para
México a comenzar estudios de Derecho. Estando allí, publicará en 1931,
“Iniciales”, aventura en la que participan también Clementina Suárez, Lamberto
Alemán y Emilio Cisneros, estos dos últimos, de nacionalidad mexicana.
El
encuentro con Clementina en México, fue portentoso, él lo describe así: “Allá
por los años 30s., en México, cierto día el teléfono trajo una voz conocida:
Clementina Suárez quiere verte. Después vinieron los enlaces en el ambiente
mexicano: periodistas, estudiantes, gente de pluma y lápiz, caricaturistas,
pintores. Más tarde, veladas, paseos, tertulias, reuniones, agasajos, fotos,
entrevistas, elogios, simpatías, etc. un día sugirió un “suvenir” para los
amigos y apareció “Iniciales”.
Sin embargo, en “Iniciales”, Paz no
despunta su vena cosmopolita; de los diez poemas incluidos en este libro,
ninguno tiene esa influencia que marcará algunos de sus poemas posteriores.
3.
Se notan, sin embargo, la gracia y el
ritmo que Paz manejaría siempre en sus obras. La influencia cosmopolita
aparecerá en el poema “Jenny Haylock”, dedicado nos imaginamos, a alguien de
ese nombre y que ha dejado en el poeta, un sabor a romance y a nostalgia.
Por el poema averiguamos de una visita,
no registrada tan minuciosamente por los biógrafos del poeta, a West End,
localidad de Islas de la Bahía, lugar donde
residía o residió Jenny Haylock, musa temporal del aeda trujillano. Otro poema de aliento
cosmopolita en la obra de Paz, es el llamado “ Romance de Lila Stark”.
Sigue
este poema, el tono reminiscente de “Jenny Haylock” y comprueba, por más
señas, la presencia de Paz, alguna vez, en las tierras del Norte. Lila Stark es
una negra bailarina sureña que impresiona con sus contorciones al poeta. En
este poema Paz introduce a nuestra
lírica, los anglicismos Jazz, slang, cocktail y blue, novedades que solo el
cosmopolitismo puede dar. Más adelante el poeta da a conocer, en versos
cadenciosos el lugar o los lugares donde Lila Stark, la bailarina ensoñadora,
puede estar: New York o New Orleáns.
Otro poema donde Paz introduce anglicismos, es “El Poeta está solo en el bar” y
más adelante la palabra “Tom Collins”, que no es más que el nombre de una bebida americana. El poema es hermoso; en él
chorrean la bohemia y la nostalgia juntas.
La poca poesía con aliento cosmopolita que
Martín Paz nos legara, está imbuida en ese ambiente marino que nunca se separó
de él. New York, Baltimore y New Orleans, son ciudades costeras, llenas de mar
y esplendor; lo mismo los personajes citados en los versos.
ANTOLOGIA
EL
NEGRO MISTER BROWN
Taja
el balcón
por
la cintura
al
negro Míster Brown.
Y
se asoma sonriendo su figura
que
es un bien acabado estudio al carbón.
El
sol se ha puesto
y
el negro Míster Brown
es
sólo esto:
los
dientes, porcelana; la epidermis, charol.
Sueña
y espera
y
rumia una ilusión.
Ni
sospecha siquiera
la
noche va a borrarlo, de golpe en el balcón.
ROMANCE
DE LILA STARK
Baila
y canta, canta y baila,
entre
la fiebre del jazz,
en
mi recuerdo, el romántico recuerdo
de
Lila Stark.
Lila
Stark una vez vino,
vino
una vez a Nueva York.
Lila
Stark venía envuelta
en
un velo de ilusión.
En
sus ojos de sirena
era
más azul el mar
y
en el sol de su melena
más
sol el sol tropical.
Bailaba
los bailes negros
cantando
en slang del sur
y
la ilusión se movía en el oleaje del blues.
Se
le enredaba en los muslos
de
música, con placer,
y rebotaba en compases
que
machacaban sus pies.
Lentos
los blues, retorcían,
por
algo que nunca fue
lamentos
hondos y largos
sonámbulos
de cocktail.
Lila
Stark: ¿en dónde bailas?
¿dónde
aúllan hoy tus blues?
¿en
la América del Norte
o
en la América del Sur?.
Lila
Stark: en donde te halles,
en
Nueva Orleáns o en Nueva York,
mi
recuerdo aun te aplaude
hecho
un loco espectador.
ROMANCE
DE LA ENFERMERA DE YESO
En
hospital estuve
y
había en el hospital
una
enfermera de yeso
con
los ojos de cristal.
Tras
el cristal de sus ojos
se
agitaba un alma azul,
y
en al alma azul había
la
nostalgia honda del blues.
Hada
de niebla y neblina
cuando
entraba al pabellón
amanecer
parecía
su
silueta de algodón.
En
sus manos el destino
puso
mi vida al zar;
mi
vida con un roto lino
que
había que remendar.
Ah,
lirios de sus manos
ah,
sedas de su voz,
manos
y voz que eran pájaros
abanicando
un dolor.
Uniformados
los pinos
montaban
guardia en derredor
y
noche a noche cantaba
el
viento trasnochador.
Y
en cada noche bajaba
mas
de una estrella al jardín
y
en el jardín en nardo
o
margarita o jazmín.
Enfermera
que zurcías
con
esperanza mi mal;
aun
le hacen falta a mi vida
su
ternura y su hospital.
EL
POETA ESTA SOLO EN EL BAR
Esta
tarde, esta tarde, en el bar solitario
tan
sólo me acompaña un ensueño romántico
y
un vaso de Tom Collins, cuando
entra tu recuerdo
y
se me sienta enfrente y en voz queda charlamos.
Barajo,
con esmero, lo mejor que dejaron
las
horas superpuestas de otros días mejores;
después
hago con ellas un castillo de naipes
con
un cielo de plumbago y verdes horizontes.
Un
enjambre de imágenes bulle límpidamente
del
bosque de tus ojos florecidos en estampas.
De
pronto me doy cuenta: Estoy realmente solo,
el
vaso está vacío; del castillo no hay nada.
MARINA
Con
el potente estruendo de sus olas oscuras
que
visten con encajes de espuma el cantil,
el
mar hace surgir todas las aventuras
de
Simbad el Marino en mi alma juvenil.
Y
veo ir, en el cuento, la galera insegura
por
los revueltos mares sobre un oleaje hostil,
y
desde el horizonte avanza la verdura
de
una remota isla que encierra el mar añil.
Tras
el sonante tumbo de sus olas serenas
el
mar deja peinar sus canosas melenas
en
el peine de rocas que parece el cantil,
y
en mí crece el deseo de partir un día,
en
un hermoso barco hacia la lejanía
al
país donde reina perennemente abril.
JENNY
HAYLOCK
Hoy,
Jenny Haylock, he pensado
en
nuestro adiós allá en West End;
el
mar más triste no he mirado
como
la viera aquella vez.
Iban
los barcos a otros puertos
como
siguiendo una ilusión
y
al embarcarme, Jenny Haylock,
algo
en mi vida se quebró.
Todo
era azul en aquel tiempo
azul
el mar, el cielo azul,
tus
grandes ojos y mis sueños
y
azul mi errante juventud.
Hoy
que te encuentras, Jenny Haylock,
en
tu casita de Baltimore;
llama
a tus puertas mi recuerdo
como
otras veces lo hice yo.
GRACELINDA,
LA MUCHACHA DEL PUERTO
Gracelinda
va a la playa
tarde
con tarde a soñar
mientras
abren las estrellas
unos
pétalos de azahar.
Pobrecita
Gracelinda,
padece
quien sabe de qué,
murmura
alguna vecina
que
la mira entristecer.
Las
farolas han prendido
sus
luceros a la vez
sobre
el espejo del agua
que
los hace florecer.
Gracelinda,
Gracelinda.
¿qué
es lo que tienes, di, qué?
le
dice la madre anciana
que
la siente entristecer.
Gracelinda
no responde.
Gracelinda mira el mar,
y
como todo un momento
tiene
un hondo suspirar.
Gracelinda
tuvo un novio
marinero
de alta mar
más
quien quiere a marinero
marinero
perderá.
Pero
el mar de vidrio un día,
tras
el volaba un adiós,
más
ágil que una gaviota
y
en el mar al fin cayó.
En
el mar de la tarde
pasa
saludando un cantar:
“Marinero
que te alejas,
quien
sabe que volverás”
Marinero
aventurero
de
playa en playa se va,
que
pájaro migratorio
siempre
tiene que volar.
Gracelinda
no lo sabe,
lo
presiente, es mujer,
que
en toda playa extranjera
espera
siempre un querer.
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